Prometía
calidad esta velada, y es que el hecho de que un grupazo inglés como es XII
Boar venga a telonear a dos bandas españolas dice mucho del cartel de este
festival y del nivel musical que tenemos en este país, a pesar de su
generalizada infravaloración.
El
primer grupo que tocó (con más de media hora de retraso, lo que lógicamente
tuvo su repercusión en el horario de todo el festival) fueron los madrileños Forced Rejection: una contundente
amalgama de groove metal con rock sureño y stoner que ya he tenido el placer de
ver en ocasiones anteriores. A pesar de la demora del concierto, el público fue
algo escaso en los primeros temas, aunque fue acrecentándose a medida que el
directo se desarrollaba. La ejecución y la musicalidad de estos chicos salvaron
el socavón de un sonido que no les hizo demasiada justicia, con una guitarra
(la de Ody) con el volumen más bajo que la otra (Héctor) y un bajo un poco más
alto (valga la paradoja) de lo conveniente. Por encima de estas pequeñeces,
Forced Rejection derramaron sobre los asistentes un directo sobresalientemente
perpetrado, con solos arrebatadores, unas melodías de voz a lo Down
perfectamente desgarradas por la garganta de Cantero, y la arrolladora línea
rítmica sostenida por la batería de Pirulo y el bajo de Julio. Todo un abuso.
Les
siguieron Taser, un grupo difícil de
catalogar, tanto por la mezcolanza de estilos que supone, como por el sonido
tan poco definido con el que contaron. El vocalista era todo un portento a los
melódicos limpios, aunque tampoco es que se quedase atrás cuando de gritar
rasgado se trataba, y fue el elemento que mejor se escuchó de todos, seguido
por un bajo y una batería complejos e impactantes, y una guitarra de la que,
sintiéndolo mucho, no se entendía gran cosa (¿tan difícil sería subir un poco
el volumen?). Los géneros por los que se movía este grupo eran el groove y el
sludge/stoner, con una curiosa y marcada influencia de estilos más modernetes
como el mathcore (de hecho la puesta en escena del guitarrista, en posición de
cangrejo, recordaba más a un grupo de esta última índole, y el propio baterista
llevaba una camiseta de The Dillinger Escape Plan) que a mi me pareció muy
resultona, como buena apuesta por la innovación musical que son.
Los
siguientes, Mothersloth, fueron los
más tranquilos del festival. Su sonido era más lento y definido, alternando
continuamente entre el sludge y el stoner. Me llamó la atención cuando uno de
los guitarristas dejó de lado su instrumento en un momento dado, para pasarse a
tocar un Theremin durante unos cuantos compases, añadiendo un toque más de
neurotismo a su directo. Las partes de voz fueron escasas y con menos
protagonismo que en las bandas anteriores.
Era el
turno de los XII Boar, un grupo que,
pese a ser sólo tres, repartió caña de principio a fin, en una espiral de
frenetismo y desfase ‘made in England’. El alcohol corrió tanto por los miembros
del grupo como por el público (fue el bajista Adam el encargado de brindar
chupitos directamente de una botella de whisky a la boca de todo aquel que se
arrimara al escenario) al ritmo que tocaban temas de rock sureño plagado de
toques de estilos más bestias como el thrash o el hardcore punk. Los pogos se
desencadenaron ya en el primer tema, y no hicieron más que crecer hasta la
apoteosis del final del concierto, en el que miembros del público y de Forced
Rejection se subieron a las tablas para animar el show codo con codo con los
músicos anglosajones. Fue sin duda el directo más divertido de la noche.
Tocaba
cambiar el chip para recibir a El Páramo,
un veterano grupo de stoner/rock psicodélico instrumental con un sonido
envolvente y atmosférico que logró separarnos la mente del cuerpo y hacernos
divagar aquélla por las ondas que emitían sus instrumentos. Las melodías de las
guitarras crearon un ambiente sonoro que fue para los oídos lo que el ácido
para la percepción visual, construido sobre unos graves armoniosamente
corroborados por el bajo. El despliegue de musicalidad más técnico que vi en
ese grupo (y en toda la noche) fue la del baterista, un fenómeno con las
baquetas que nos dejó alucinados a los que le presenciamos, y que fue el
encargado de terminar el concierto mientras sus compañeros fueron poco a poco
abandonando los instrumentos, mientras él mantenía, por unos compases más, un
fantástico ritmo plagado de rudimentos. Musicalmente, El Páramo fue el grupo
que más me impactó en esta noche de las bestias.
Y por
último tocaron Horn Of The Rhino, el
grupo con más caché del festival, aunque el público estaba ya cansado y solo
respondió físicamente ante las partes más aplastantes con las que cuentan estos
titanes del sludge. Comenzaron con el single de su segundo disco, “Grengus”, un
tema cañero y cargado de peso, adecuado para el inicio del directo. Los tres
músicos de los que se compone el grupo dieron un concierto largo y cargado de
una pesada lentitud, transmitida por unos riffs graves y paulatinamente
ejecutados. La voz fue lo más sobresaliente del espectáculo que se dieron estos
vascos. Aunque igual se hizo algo pesado para algunos, fue toda una orgía para
los oídos de aquellos amantes del sludge y del doom que les presenciaron;
chapeau!
Texto y fotos: Rafael Aritmendi López
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