El pasado miércoles en la
sala We Rock de Madrid tuvo lugar el Unholy Black Fest, evento que congregó a
dos grupos polacos con un amplísimo historial, Christ Agony y Witchmaster, así
como a dos bandas teloneras locales, Tötenwolf y Slups.
Comenzaron Slups a eso de las 20.30, habiéndose abierto las puertas media hora antes. Para ser los primeros en tocar, había un buen número de gente (teniendo en cuenta la gran extensión de la We Rock), dentro de la cual había tanto amigos de los músicos como curiosos que desconocían la banda. “Rotting by Maggots” fue su pistoletazo de salida, todo un puñetazo en la cara para empezar. El sonido fue excelente, el mejor que con el que he visto a este grupo hasta ahora, lo cual en parte fue gracias al equipo de la sala: los riffs se distinguían bien, así como los diferentes instrumentos entre sí, y la batería, que era la que traían Christ Agony, sonaba de lujo (con el bombo ‘triggereado’). La voz fue impactante: por encima de la definición de la esfera instrumental del grupo, sobresalía con fuerza, pero sin desequilibrar la fórmula de este grupo de ‘old school’ Death Metal. El setlist de Slups se integraba, en principio, de temas nuevos (como “Let It Bleed” y “Slups”) y de canciones de su última y primordial maqueta, “Kinich Cycle” (como “Blasphemy Sacrifice”), pero, debido a que el público pidió bis, tocaron, además, dos de sus primeros temas, “Tenkeke” y “Slayed By Death”. Un final clásico para un grupo que busca un sonido cada vez más extremo.
Comenzaron Slups a eso de las 20.30, habiéndose abierto las puertas media hora antes. Para ser los primeros en tocar, había un buen número de gente (teniendo en cuenta la gran extensión de la We Rock), dentro de la cual había tanto amigos de los músicos como curiosos que desconocían la banda. “Rotting by Maggots” fue su pistoletazo de salida, todo un puñetazo en la cara para empezar. El sonido fue excelente, el mejor que con el que he visto a este grupo hasta ahora, lo cual en parte fue gracias al equipo de la sala: los riffs se distinguían bien, así como los diferentes instrumentos entre sí, y la batería, que era la que traían Christ Agony, sonaba de lujo (con el bombo ‘triggereado’). La voz fue impactante: por encima de la definición de la esfera instrumental del grupo, sobresalía con fuerza, pero sin desequilibrar la fórmula de este grupo de ‘old school’ Death Metal. El setlist de Slups se integraba, en principio, de temas nuevos (como “Let It Bleed” y “Slups”) y de canciones de su última y primordial maqueta, “Kinich Cycle” (como “Blasphemy Sacrifice”), pero, debido a que el público pidió bis, tocaron, además, dos de sus primeros temas, “Tenkeke” y “Slayed By Death”. Un final clásico para un grupo que busca un sonido cada vez más extremo.
Los segundos, Tötenwolf,
representaron la nota más distintiva de la noche, con su toque más punkarra. El
vocalista autodefinió el estilo de la banda como “Ocultist Metal Punk”, lo cual
puede hacer una idea de la resultona mezcolanza que conforma esta agrupación.
Las voces eran mayoritariamente agudas y rasgadas (en contadas ocasiones se
tornaron melódicas), y se turnaban entre la que ejecutaba el cantante principal
y la de la teclista (que, por cierto, debutaba en el grupo esa noche). La parte
instrumental recordaba, a grandes rasgos, a las líneas del punk/hardcore punk,
con sus acordes macarras y regulares y una batería rápida. El toque que le otorgaba el teclado al
conjunto correspondería a aquella parte “ocultista” que profesaba el grupo
tanto musical como estéticamente (sus vestimentas, las velas posicionadas en
medio del escenario, etc). El público, que ya estaba caliente del directo
anterior, se revolvía en incesantes pogos al son de la música. Me gustaron más
de lo que esperaba, teniendo en cuenta lo poco dado que soy a este tipo de
combinaciones.
Les tocó el turno a
Witchmaster, los cuales subieron a su punto álgido el nivel de intensidad
musical de la noche. Y es que el baterista no daba tregua con sus blast beats, sus redobles a toda cera y
su vertiginoso doble bombo (usaba la técnica heel toe, para quien tenga una idea); toda una imparable máquina
percutora y protagonizadora de la contundencia de la base rítmica del grupo. El
género se movía entre el Death, el Black y el Thrash Metal, y la maestría
ejecutoria en este espectro por parte del grupo se deduce del hecho de que éste
se formase hace ya 19 añazos, a lo largo de los cuales han sacado una docena de
trabajos musicales entre álbumes, demos y EPs. El sonido, sin embargo, no fue
el mejor de la noche, lo que yo achaco a la densidad de sus composiciones
(mayor con respecto al resto de grupos); el que más padeció esta carencia fue
la guitarra, cuya falta de definición en ciertas partes desviaban la atención a
los guturales del vocalista y a la frenética interpretación del batera. Sin
embargo, no fue ésta una traba de mucha importancia, y la actuación del grupo
pasó como la más rápida y alocada de la noche.
Llegaba el momento de bajar
el ritmo para Christ Agony, que venían celebrando su vigesimoquinto
aniversario. El estilo era de un death/black potente, pesado y profundo, con
influencias del Doom en cuanto a la simplicidad de la composición musical y a
la indolente lentitud se refiere. Los riffs y las melodías, extremadamente
sencillas, eran repetidas una y otra vez a lo largo de cada canción; la voz era
preponderantemente rasgada, aunque un par de veces hizo melodías graves para
respaldar las notas básicas del tema; el batería solía alternar pocos ritmos,
repitiendo dos o tres a lo largo de cada canción, de acuerdo con ese toque Doom
que ya hemos mencionado. El bajista, por cierto, era el que había tocado justo
antes con Witchmaster. Por lo demás, cabe decir que, aunque se explica
fácilmente el posicionamiento de este grupo en la última posición del festival
por ser la formación más veterana del evento, el hecho de que tocaran los
últimos después de tres grupos de tralla (sobre todo los que les habían
precedido justo antes) hizo que el ambiente general de la velada decayera un
poco, convirtiéndose así los pogos en un puñado de personas moviendo vagamente
la cabeza.
Texto y fotos: Rafael Aritmendi López
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