A la mañana del día siguiente, sábado, nos encaminamos
hacia el Altar, donde tocaban Prostitute
Disfigurement. Un grupo de Brutal Death de gran calidad: pig squeals salvajes de principio a fin,
un batera que pilota el doble bombo y los blast
beats con una tecnicidad y un aguante superlativos, y unas cuerdas que,
tanto en las guitarras como en el bajo, sólo dejaban de pulsarse a lo largo de
todo el mástil para dar entrada a los slamming
breaks que mete este grupo.
Después vimos a Ace Frehley, el famoso exguitarrista y fundador de Kiss. La verdad es que me pareció muy sobrevalorado, y sus temas no me convencieron. Sus dotes en la guitarra están ya anquilosadas, y lo único que realmente me gustó de su directo fue cuando empezó a salir humo de las pastillas de su instrumento. Por lo demás, un concierto del montón, que transcurrió sin pena ni gloria.
Después vimos a Ace Frehley, el famoso exguitarrista y fundador de Kiss. La verdad es que me pareció muy sobrevalorado, y sus temas no me convencieron. Sus dotes en la guitarra están ya anquilosadas, y lo único que realmente me gustó de su directo fue cuando empezó a salir humo de las pastillas de su instrumento. Por lo demás, un concierto del montón, que transcurrió sin pena ni gloria.
Luego acudimos al directo de Onslaught. Les
vi tocar temones como el “Killing peace” o “Onslaught (Power from hell)”. Su
falta de movimiento, aun así, me hizo algo monótono el concierto.
Más tarde, actuaban Rise
Of The Northstar, un grupo de hardcore de la nueva escuela, que mezcla
componentes de beatdown como los breaks lentos junto con ciertos elementos
thrashers. En directo lo hacen bien, se mueven como le corresponde a su estilo.
Quizá la voz estaba algo falta de potencia y/o sonido, en comparación con el
estudio. Por lo demás, un concierto entretenido.
Nos dio tiempo a acercarnos corriendo para ver el trozo
final del concierto de Airbourne.
Esta panda de alcohólicos (o así lo demuestran en sus shows) tienen la
costumbre ejercer de tal en directo, en especial el cantante, que se vacía una
botella de vino entera antes de la canción “Cheap wine & cheaper women”,
aparte de los continuos tragos que le da a una botella de Jack Daniels y a
cervezas que nunca deja demasiado lejos. Por lo visto ocurrieron, antes de que
llegáramos, una serie de problemas con el sonido referentes al volumen del
mismo. Desgraciadamente, no sería la única ocasión en el festival en la que
sucedería esto.
Poco menos de una hora después empezaba Slash en el mismo escenario. Le
acompañaba Myles Kennedy, conocido por ser el vocalista de Alter Bridge, y lo
cierto es que el dúo combina a la perfección. Actuaban con ellos, además, The
Conspirators. Todos disfrutamos la interpretación de los clásicos de Guns
´N´Roses como “Night train” o “Sweet child o´mine”, en los que Myles no sólo
daba la talla, sino que la superaba. Para mí, fue él lo mejor del concierto,
¡vaya registro, y cómo lo maneja! Increíble.
Después de Slash nos fuimos corriendo al escenario
secundario de stoner para ver a Brant
Bjork, uno de los grandes del género, tanto por su cuenta, como (y sobre
todo) por haber sido el baterista de Kyuss. El concierto contó con un sonido
muy bueno, y el guitarrista que acompañaba a Bjork tocaba que daba gusto,
colocando muy bien las pentatónicas. Tocó sus canciones más famosas, como “Low
desert punk”, la cual fue ampliamente disfrutada por el público. Un directo con
marcados pasajes psicodélicos, tranquilo y agradable.
Con ZZ Top la zona de los espectadores de los escenarios principales empezó a llenarse a rebosar. Un grupo que lleva cerca de 50 años haciendo lo que hace tan bien no se merece menos. Dejaron la mítica “La grange” para el final, alargándola con una jam instrumental que encajó a la perfección. En el público, en esa canción (así como en otras anteriores), se hicieron varias congas que recorrían la zona de cabo a rabo, de brinco en brinco. Habrá gente a la que el directo del legendario trío le parezca aburrido, pero a mí me pareció entrañable y rebosante de buen rollo; además, sonaron de maravilla, y los pasitos de baile del bajista/guitarra, junto con los modelos tan extravagantes de instrumentos que usan (y que cambian cada dos por tres a lo largo del concierto), son un puntazo. Se me hicieron muy amenos.
Demasiada tranquilidad había reinado durante esa tarde. Le
tocaba a Madball recoger el testigo.
Dieron, sin lugar a dudas, el mejor directo de hardcore del festival, del año y
(que yo recuerde) de todos lo que haya visto. Movimiento, carisma y ejecución
sobresalientes, cabiendo destacar al vocalista, que lo hace igual o mejor que
en estudio, sin tregua alguna. Sus discursos obtenían la respuesta esperada del
público. El sonido, por su parte, fue de matrícula. Vaya pasada.
A continuación, de 23.00 a 23.20 aproximadamente, tuvo lugar una de las mejores sorpresas que nos había preparado el Hellfest para este año: los fuegos artificiales. Una ristra de explosiones y destellos inundaron una extensión de cielo que no era posible de abarcarse con la mirada si no era girando la cabeza. Además, los fuegos iban acompañados (y, en lo posible, sincronizados) con varias canciones que son clásicos en la historia del rock/metal, como son “Thunderstruck” de AC/DC, “Bohemian rapsody” de Queen o “South of heaven” (con esa terminaron) de Slayer.
Después de ese show venía lo que para mí era el plato
fuerte de la noche: los Scorpions.
La gira que venían haciendo era en honor a su 50 aniversario (se dice pronto).
A pesar de llevar tanto tiempo, el vocalista conserva su voz perfecta, llegando
a todas las notas tal y como se escuchan en los discos; si acaso a veces las
mantenía algo menos o con menos fuerza, pero llegaba a los tonos con facilidad
y no desafinó ni una vez. El resto lo hizo igual de bien, siendo el solo de
batería lo único que sobró, en mi opinión, pues aunque iba acompañado por toda
una gama de efectos visuales (pantallazos, fuegos artificiales, etc.),
musicalmente no valía mucho. Por lo demás, el mejor concierto del Hellfest, lo
cual afirmo desde una perspectiva más subjetiva que objetiva, por ser este
grupo uno que lleva acompañándome desde la infancia (al igual que a tantos
otros), pero también por conseguir sonar, tocar y conectar con el público de
esa manera tan especial. Ahora bien, sucedió un error que todavía no le he
perdonado al Hellfest: dejaron de sonar durante media canción. El sonido
simplemente se fue. Ellos siguieron tocando como si nada (se oían como un
murmullo de un bar lejano), y, al terminar y recuperar el sonido, agradecieron
al público su participación y salieron adelante sin más. Pero vaya patinazo por
parte de los técnicos del Hellfest… y todavía volvería a pasar en un par de
ocasiones más.
Texto: Rafael Aritmendi López
Fotos: Rubén Fivvecore
Texto: Rafael Aritmendi López
Fotos: Rubén Fivvecore
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