22 de junio de 2017

Crónica del Hellfest 2017, Clisson (Francia), 16, 17 y 18 de junio



Sinceramente resulta complicado abordar el comienzo de una crónica que pretende reflejar todo lo acontecido en las pasadas fechas de junio en un Hellfest que, a un servidor, poco versado en festivales de estas características, realmente le dejó infinitamente sorprendido y un tanto inquieto. A la vuelta del festival, me surgían muchas preguntas y ganas de indagar, me veía convertido en una especie de Hamlet, a quien la experiencia Hellfest había transformado… Pero vamos a meternos en harina, que se decía en los pueblos antiguamente y ahora, en los lugares de mala reputación.

Partíamos de Madrid el día anterior desafiando a la noche, deseosos de llegar a nuestro destino, porque ya se sabe que, pese a la buena compañía en los autobuses, y más por la noche, ni se descansa ni se festeja. Así pues, una vez cruzada la frontera con el país vecino y habiéndonos golpeado ya los primeros rayos del día, sabíamos que el objetivo estaba cada vez más cerca. Así pues, de esta guisa, atracamos unos cuantos valientes en Clisson, haciendo tiempo hasta que abrieran las taquillas para recoger nuestras preciadas acreditaciones, mientras una pequeña multitud se agolpaba también en los alrededores del festival.

Un par de horas (dos o tres cervezas, si se prefiere esta unidad de medida) después, ya comenzaba el festival a despertar, y a dar muestras de la buena organización y educación que en los días venideros nos brindarían todos los empleados del Hellfest. Desde aquí, mi más sincera enhorabuena. ¡Cuánto tenemos aún que aprender de festivales de este calibre para poder brindar tan sobresalientes espectáculos!



El primer día (de pre-festival), sirvió para reconocer el terreno, armar los campings, pasear por los numerosos stands e ir fichando algún recuerdo que traer a casa a la vuelta. Los más avedizos tratamos de ver los conciertos del metal zone, pero resultó humanamente imposible y un humilde servidor casi acaba pisoteado por las mareas humanas que por allí corrían como si de un encierro de San Fermín se tratase. Ante tal panorama, lo más práctico fue acostarse temprano, resistir las tentaciones y descansar para el primer día de Hellfest, que ya se divisaba en el más próximo horizonte.

Despertamos al día siguiente antes de que cantase el gallo, después de una noche gélida y tras coger fuerzas y recargar nuestras tarjetas Cashless, nos aventuramos hacia la zona de conciertos, no sin antes chequear la zona de prensa, que sería de aquí en adelante, nuestro particular remanso de paz dentro del infierno.




Abrieron el festival los ingleses Inglorious, dando muy buenas expectativas, con un sonido sólido liderado por Nathan James quien ofreció un gran espectáculo, y es que, este hombre tiene un registro vocal muy interesante que, por lo menos a mí, me transmitía reminiscencias incluso góspel. Lo dicho, un muy buen comienzo, para que tomase el relevo Sidilarsen, grupo, para mí, desconocido que nos hizo botar durante un buen rato y de quien sobre todo destaco “Comme On Vibre”, un auténtico temazo con cierto aire de club, que desde entonces no para de sonar en mis auriculares.

Tras los franceses llegaba el turno de Myrath, quienes se encargaron, tanto con su puesta en escena como con su estilo, de transportarnos a atmósferas lejanas, casi de cuento. Un sonido que poco a poco se fue empastando y que en la recta final consiguió una calidad de sonido al alcance de muy pocos, a destacar “Mercyless Times” como cenit de un espectáculo que incluso contó con el apoyo de una inspirada bailarina, que endulzaba los ojos de los asistentes.


Tras un breve descanso, para conocer la zona completa de conciertos (que contaba con 5 escenarios) y de prensa, volvimos a la carga con Avatar y el grupo sueco fue una de las más agradables sorpresas del festival, si antes mencionaba las atmósferas que creó Myrath, sus sucesores quizá les superaron en este aspecto, eso sí, en este caso atmósferas más terroríficas y teatrales que las de sus antecesores. Un show al alcance de pocos con gran sintonía grupal y un Johannes Eckerström en cabeza, entregado y dando una lección vocal de mucha calidad. Desde luego, a partir de ahora les seguiré con mucho interés y atención. “Eagle has landed” y “Let it burn” los temas más destacables de un conjunto muy notable.

Quedó el escenario entonces, para Queensrÿche y posteriormente Devin Townsend Project, que sufrieron el terremoto Avatar, quedando un poco por abajo de éstos. Aun así, como durante todo el festival, ambos dieron un espectáculo entregado y profesional. En los primeros destacar el desempeño vocal de Todd La Torre y en los segundos la buena conexión con el público, a base de buen humor y gran desempeño. “I dont belive in love” y “Supercruch” las canciones más laureadas de esta tanda.



La gran sorpresa del día fue Corvus Corax, música de influencias tradicionales y medievales que me deslumbraron, por la originalidad y autenticidad de la propuesta. Unos auténticos virtuosos que aportaron unas notas únicas en el festival en lo que fue, uno de los conciertos más animados del festival. Destacable, sobre todo, el homenaje a la serie Juego de Tronos que se marcaron al final, tocando el tema principal de la serie. Y es que, sinceramente, a los que la seguimos nos encantan estos regalitos.

Como un aullido en mitad de la noche aterrizó Powerwolf en el Mainstage para poner de nuevo a la gente a tono, no paramos de botar en todo el show y es que con los alemanes se notaba una conexión especial, son perros viejos y todos nos sentimos parte de la manada. Concierto muy movido, especialmente con el cierre “We drink your blood”, uno de los himnos del día, que sirvió para cerrar el show por todo lo alto.


Tras el merecido descanso, después de tanto crowdsurfing y demás historias que acarreó Powerwolf, volvimos a la palestra con Deep Purple. A estas alturas pocos quedan que no sepan de su trayectoria, pero, aun a riesgo de encontrar detractores, diré que dieron un concierto sorprendente, aportando un palo de matices psicodélicos que a mí y seguro que a más de uno (como un chaval boquiabierto al que enfocaron en las pantallas gigantes) nos dejó fascinados. Claro está que uno no espera ya unos animales del escenario, pero musicalmente, y para eso siguen dando bolos, siguen a un nivel que ya quisieran muchos. Memorables, como pocos temas, los clásicos “Space truckin” o “Smoke on the water “. Un privilegio disfrutar de estas leyendas en directo.

Terminó Deep Purple con el público en pie de guerra y que mejor escenario para que Sabaton entrasen como un tanque, dando a base de pirotecnia y puesta en escena, un show que pese a las buenas intenciones no fue, al parecer, de sus mejores. Sinceramente éramos unos cuantos los que andábamos ya, buscando un buen sitio para ver al rey de la noche y, queridos míos, ese no fue otro que Rob Zombie. En este caso acompañado por John 5 y el resto de su cuadrilla, si se metió al público en el bolsillo, con una gran puesta en escena, unas poses vertiginosas y cantándose temazos que no nos dejaron quietos en ningún momento. El público coreó “Superbeast”, “Dead city radio” y, como no, como colofón a un primer día arrollador, “Dragula”, quizá el momento más esperado del día, que hizo las delicias de todos los que allí nos congregamos.



Para cerrar la noche Alestorm se llevó el gato al agua, frente a unos In Flames que sufrieron un éxodo de público masivo. Por mi parte, tras un día fascinante, al igual que agotador, me permití el lujo de perderme el último concierto en pos de descansar para el que sería nuestro segundo día de festival.

Como de costumbre, amanecimos bien temprano en el ya no tan gélido camping del Hellfest, prometiéndonoslas muy felices y acudiendo desde primera hora a la zona de conciertos donde en este segundo día, nos hacía las veces de anfitrión un Jared James Nichols, que al igual que Inglorious en la jornada anterior, fue un muy digno anfitrión para todos los Hellfesteros madrugadores. Un rock cargado de influencias sureñas, que cumplió con su cometido de ir animando a toda la peñita que ya calentaba motores a eso de las 10:30 de la mañana. Especialmente sugerente fue el tema “Babe can you feel it”. Y vaya si se dejó sentir ese rock con raíces americanas porque, a continuación, The New Roses siguieron calentando al personal con un estilo menos soul, pero igual de potente y a su vez igual de breve, aun así cumplieron de sobra y dejaron grandes momentos con “Thirsty” o “Whiskey Nightmare”, por si alguien aún no se había tomado la primera.



Llegó el turno de Slydigs, la banda británica pasa por buen momento y se hizo notar en un show con tintes setenteros, un apuesta moderna y única que hacia recordar a alguno que otro a los Oasis de los 90. Un grupo al que merece la pena seguir la pista y que dejó un directo más que decente en esta calurosa mañana, que aumentó de temperatura con el show de The Dead Daisies, con un sonido, eso sí, más clásico que el de sus predecesores, jalearon a sus seguidores con temas como “Long way to go”, que funcionó de miedo en directo pese a las horas aun tempranas o “México”, que también dejó muy buen sabor de boca.

Después, por primera vez en el Valley Stage, llegó mi primera apuesta personal con Monkey 3, rock psicodélico predominantemente instrumental y que personalmente, me dejó algo frio, algo que me sucedería también con Mars Red Sky, a los que vi en Madrid y en este caso también me supieron a poco. Aun así, son 100% recomendables para los amantes del stoner y sin duda repetiré en sus próximos bolos en España. El punto dulce de la tarde lo pusieron dos grupos de colores muy distintos, casi opuestos. Por un lado, los súper showmans de Steel Panther, una apuesta segura donde no podía faltar la buena música y el buen rollo, mítico ya, su “17 Girls In A Row”, con el escenario repleto de chicas. Seguramente el grupo más esperado de la tarde, cumplió las expectativas tirando de ese carisma que les hace únicos. Son unos animales encima de una platea y lo volvieron a demostrar con temas como “ F*** all day, Party all night” o “Community Property”.


Y, por otro lado, otra de mis apuestas personales, Chelsea Wolfe. Uno de esos talentos que no pueden pasar desapercibidos, con una apuesta con mucha personalidad y característica. Ella solita llena el escenario y se lleva todo lo que pille por delante. Cumplió las expectativas sobradamente y, sinceramente, me llegó tanto su propuesta que me pase casi la mitad del concierto con la lagrimilla. Emocionalmente es toda una experiencia su directo y su inconfundible voz. Aquí tiene un incondicional y apuesto que llegará lejos, porque tiene todas las armas para ello. Dejó temazos como “Feral Love”, aunque para quien no la conozca recomiendo su álbum “Pain is Beauty”.


Cerraron la noche unos tales Aerosmith, que al igual que pasó el día anterior con Deep Purple, solo tener la ocasión de verles hizo que el concierto mereciese la pena. Eso sí, Steven Tyler sigue siendo un domador de leones en plena forma, dando un show de gran nivel y dejando una estela de temazos míticos tras de sí. Nos deleitó con “Sweet Emotion”, “I dont want to miss a thing” (con Tyler al piano de cola incluido) o “Dream On”, solo por citar algunos porque, sinceramente, a estas alturas todo lo que tocan son ya, temas históricos. Al igual que el día anterior, pusimos punto y final al segundo día restando aun un concierto, quizá porque a veces es mejor retirarse cuando uno está en lo más alto y esa fue la sensación que nos quedó tras el concierto de los de Boston.

Para terminar el festival, nos tomamos la mañana con mucha calma, descansando en el camping y calentando motores y estómagos para el concierto de mis admirados Alter Bridge, para mí, uno de los grupos más apetecibles, sin duda, del cartel. A pesar de ello, un fallo de planificación nos hizo llegar mediado el concierto (fallo imperdonable), aunque, eso sí, pudimos disfrutar de algunos de nuestros temas favoritos como “Blackbird” o “Come to life”.

No es que Prophets of Rage jugasen exactamente en casa, pero aun así, caldearon notablemente el ambiente con temas míticos. Algunos más hip hoperos como “Fight The Power” o “Jump Around” y otros más propios del Hellfest como “Like a Stone” de Audioslave, con emotiva dedicatoria o, el hit de la antigua formación “Killing in the Name”.


Para finalizar, y como plato fuerte del día, irrumpieron en el escenario principal unos imparables Linkin Park, que pese a quien le pese dieron un espectáculo de mucha calidad con un Chester al mando comiéndose el escenario y derrochando carisma como pocos y un Mike regalando una versatilidad musical única. Un espectáculo en toda regla, que sirvió para hacer un extenso repaso a la trayectoria del grupo, que ciertamente nunca ha vuelto al nivel musical de sus inicios, pero que en directo funcionaron como un reloj suizo. El público coreó con especial entusiasmo los clásicos “Numb”, “In the End” o “Bleed it Out”, joyas de otro tiempo que aun hoy siguen siendo sumamente apreciadas.


Tras el arrollador concierto de Linkin Park, tocaba poner rumbo al camping, recoger en silencio e interiorizar que el festival había llegado a su fin. Nos esperaban 16 horas de vuelta a casa, de vuelta a los sin sabores de la rutina y al calor de la ciudad. Una odisea de vuelta de los infiernos, en la que, como en las epopeyas griegas, los héroes volvíamos fortalecidos, más sabios y profundamente agradecidos por la experiencia. Me gustaría dedicar esta crónica a Óscar Gil, ya que, sin su mediación e infinita generosidad este Ulises jamás hubiese vivido esta particular Odisea.






Texto: Mario Velasco
Fotos: Óscar Gil

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